viernes, 29 de enero de 2010

Capitulo 2- Sapos y castillos derruidos


Corría entre la lluvia, ya no distinguía entre el sabor salado de sus lágrimas y el agrio de la contaminación de la lluvia, no veía simplemente apartaba a la gente, necesitaba un lugar donde no hubiera estado con él, un rincón donde llorar antes de poder llegar a su casa. No le apetecía tener que volver a disimular una sonrisa frente a su familia, tenía que llamar a Rubén, su “chico” Rubén estaba perdidamente enamorado de él, y Darío se sentía a gusto, querido, pero no le quería de verdad, no podía quererle… todo lo que había pasado junto con sus pensamientos hacían que se sintiera peor y de repente al doblar la esquina ¡Bum! Casi se cae al suelo, pero unas manos fuertes le habían sujetado la cintura.

-¡Ey! No corras tanto que te vas a caer, a los niños como tú los llevo yo en brazos.

Darío miro hacia arriba, se había quedado inclinado con la típica posición en la que el galán le da un beso a la princesa en todas las películas de Hollywood. Era incapaz de hablar, los ojos verdes del chico se habían quedado grabados en su retina. Quedaban perfectos con su pelo negro y piel morena. Era como si los hubiera visto antes.

-Principito ¿estas bien? Porque en esta postura sólo me apetece besarte.

-Y en ese momento Darío reaccionó, empujo al chico para dejarle fuera de su alcance y con una mueca de desprecio que no pudo conseguir que llegara a ser creíble dijo.

-No me vuelvas a tocar, y menos de esta manera, gracias por ayudarme, y por cierto no vuelvas a llamarme principito.-

Vió como el chico se acercaba lentamente y con su pulgar secaba sus lágrimas.

-Los príncipes no lloran, porque cada lágrima suya rompe su reino de cristal.-

-No me llames así y no me toques, no me dejo engañar por halagos estúpidos-

- ¿Será que todavía eres un sapito que no ha encontrado a su príncipe?

Y en ese momento Darío le volvió a ver enfrente suya, como antes de empezar a correr, él si había encontrado a su príncipe pero él se había quedado con otro, le había traicionado y las lágrimas volvieron a amontonarse.

-¡Estúpido! suéltame.

-Lo siento, no pretendía molestarte principito. Por cierto soy Héctor.

-¡Que no me llames así!

Y volvió a correr intentando llegar a algún sitio que no le hiciera daño, sin darse cuenta de cómo Héctor seguía mirándole hasta que oyó un grito a su espalda.

-Espero que el principito se digne a volver a pasar por mi territorio.-

Pero Darío no dejó de correr, ya no huía de él, de Héctor o de Rubén, sino de sí mismo, del daño que se hacía al recordar, al no ser sincero con Rubén. De repente se dio cuenta de que sin saber como estaba sentado en una obra, rodeado de esas grandes máquinas se sentía seguro, protegido y del puro cansancio de la caminata se durmió pensando en la ironía de llamarlo principito y su reino en obras, si decididamente su castillo siempre estaría a medio construir.


Sin saber que había alguien observándole….



3 comentarios:

  1. Creo que Darío esta huyendo de si mismo. Bueno, no se, esa es la sensación que me da al leerlo y al ver como no se deja querer, como no quiere que alguien le proteja. Quizas este confundido, no se, pero creo que debería darse un tiempo y reflexionar un poco. Puede que Hector sea un buen comienzo de una historia.

    Un beso cielo

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  2. alex: puede ser ... la voy escribiendo cada jueves a la noche.. sólo tengo el final.. pero durará mientras siga apeteciendome escribir y me leas por lo menos tu es todo muy extraño tiene a su pasado: el chico sin nombre, su presente rubén y un futuro incierto, todo es extraño

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